Allí donde solíamos gritar.




Íbamos allí todas las noches. Él llevaba un compás, yo, la imaginación.
Escribíamos frases sin sentido, letras de canciones, letras de desamores, letras de amores que ya se nos quedaban pequeños y palabras inventadas.
Si teníamos que decirnos algo y nos era muy difícil, lo escribíamos.
Así quedaron grabados desde un "Te quiero" hasta un "Adiós".
Miraba las luces de la ciudad desenfocadas y murmuraba poemas que él escribía en aquellos hierros oxidados. Se nos daba bien.
Un 13 de marzo, él estaba caminando por los finos hierros que nos separaban cuando se cayó.
Se precipitó al vacío. Tuvieron que venir superhéroes y ambulancias a socorrerlo.
La cosa no acabó bien.
Se le había acabado toda la magia, y pasaría mucho tiempo sin que volviera con su compás a aquellos hierros.
Yo seguía yendo, pero nada era lo mismo.
Me dejé crecer las uñas sólo para poder escribirle mensajes que pudiera ver cuando recuperara las fuerzas.
Lloraba en silencio, sola. Gritaba. Aullaba.
Todos los gnomos que vivían allí me habrían tomado por loca si pudieran oírme.
Y comencé a gritar su nombre. Un día, y otro, y otro... y otro más.
Sabía que él tardaría en volver (en realidad creía que él nunca volvería), pero seguía yendo allí todas las noches. Seguía gritando allí todas las noches.
Un domingo astronómico, estaba aullando su nombre cuando alguien me rozó la mejilla con la palma de su mano. Era él.
Traía su compás en una mano, y toda la magia en la otra.
Todo volvería a ser como antes.
Volvimos a escribir en los hierros mortales, volvimos a imaginar, a no hablar... y a gritar.
Gritamos juntos palabras sin sentido, versos olvidados... aullamos.
Y volvimos a nuestro refugio. Entonces, él comenzó a escribir poco a poco, cada vez más hondo, mi nombre en su brazo. Parecía que estaba perdiendo poderes.
"Ahora tú", me dijo.
También yo escribí su nombre en mi brazo.
Tal vez lo hicimos demasiado hondo, tal vez no sabíamos cómo volver a ser héroes.
Lo que sí sabíamos, era que nunca más volveríamos a gritar allí.
Ahora ya había paz. Sólo quedaban un par de monstruos tirados entre los hierros.

"Dice la leyenda que un par de locos gritaban todas las noches en lo alto de la colina, hasta que un día se hicieron héroes y volaron juntos. ...Volaron alto. "



Sh.

No hay comentarios: