2 + 2 = 5

Se acercó a él y comenzó a deslizar su dedo índice por todas las curvas de su cuerpo. Su nariz... su barbilla... su cuello... su clavícula... su pecho... su vientre. Notó un ligero cosquilleo que le recorrió la espina dorsal al notar que algo ejercía presión sobre su mano. Era la mano de él que, a pesar de estar hecho un vegetal en una cama demasiado blanca de hospital, sabía que ella estaba allí, y quería agradecérselo de alguna manera.
Ella entendió que quería que lo dejase tranquilo. Le dio un beso en la mejilla y se fue, dejándolo solo.
No volvió al hospital, por lo que él pensó que quizá estaba muerto, y por eso ya no notaba el tacto de los pequeños dedos de ella deslizándose por su piel fría y vacía. Pero no se rindió. Pulsaba el botón para llamar a las enfermeras constantemente. Éstas venían y, al preguntarle qué necesitaba, él quería responder "a ella", pero se limitaba a señalar el teléfono. La enfermera se lo acercaba y él marcaba el número. Después, impaciente y con el corazón bombeando sangre muy deprisa, esperaba a que ella lo cogiese.
Ella escuchaba sonar el télefono, descolgaba, y sólo escuchaba una respiración débil. Al principio no entendía nada, y colgaba. Después se dio cuenta de que era él.
Empezó por decirle que creía que quería que se alejase de él. Entonces su respiración se agitaba, y ella reía.
Poco a poco fue interesándose más por sus llamadas. Cada día le contaba sus problemas y, a veces, lo escuchaba reírse muy bajito.
Más tarde él quedó libre de aquellas cadenas con forma de tubo que lo apresaban a seguir allí y, por fin, pudo decirle todas las cosas que siempre había querido decirle.


Kings Of Leon – The Immortals

1 comentario:

Izel dijo...

Vaya, un final feliz. Son tan escasos en la vida real...
Besos, Nina.